El envejecimiento de la piel forma parte de nuestro ciclo vital y no puede evitarse, pero sí que es posible controlarlo en cierto modo. No se trata de no envejecer, ya que sería ir en contra de la naturaleza: se trata de envejecer bien. Y sí se ha demostrado que siguiendo ciertas pautas se puede frenar el envejecimiento prematuro y mejorar considerablemente en aspecto de la piel..

La piel se compone de varias capas, desde las más superficiales a las más profundas. A medida que pasan los años, las capas se van haciendo mucho más finas, ya que sus componentes como el colégeno y la elastina disminuyen y se preparten peor.

Cuando nacemos somos puro colágeno, gran responsable de la juventud de nuestra piel, pero a partir de los 25 años nuestro cuerpo empieza a disminuir progresivamente su producción. Y poco a poco aparecen las arrugas y otros signos de envejecimiento.

Con los años en la la capa más profunda de la piel, llamada hipodermis, con los años se ve perdiendo el tejido graso que cimenta la base de nuestra piel. En la capa siguiente, la llamada dermis, al ir disminuyendo las proteínas de colágeno y elastina que forman la piel, este empieza a presentar irregularidades. Y llegando a la capa más superficial o epidermis, ocurrirá que la acumulación de células muertas y la falta de lípidos y ceramidas darán un aspecto más apagado y seco.

Todo este proceso que tiene lugar a medida que van pasando los años y nos adentramos en la madurez. Como resulta de este proceso la piel se vuelve más fina, apareces arrugas y líneas de expresión, se pierde firmeza, aparecen manchas, sequedad y falta de luminosidad. También pueden aparecer otros signos como verrugas, capilares dilatados y manchas púrpura o seniles.

 

Poniendo freno al envejecimiento de la piel

Aunque el envejecimiento no se pueda evitar, sí podemos retrasarlo y hacer que sea más suave y menos severo. Y si nos habituamos a seguir ciertas pautas mientras todavía somos jóvenes, lo tendremos más fácil. Aún así nunca es tarde para empezar a cuidar la piel, y una de las cosa que debemos tener más presentes es que el principal enemigo de nuestra piel es el sol.

En la antigüedad una piel blanca y pálida era signo de belleza y distinción, y las mujeres evitaban broncearse a toda costa. Hoy en día es todo lo contrario, se busca y se potencia el bronceado, pero a la larga las pieles blancas se evitan el sol se conservan mucho mejor.

Con cada exposición solar intensa, aunque no se provoquen quemaduras puede generar pequeñas cicatrices en las capas más profundas de la piel que se traducirán en manchas y mutaciones. De ahí la importancia de utilizar siempre un factor de protección solar adecuado para protegernos del sol, sin excepción. Y aún así deberemos moderar las horas de exposición al sol y evitar las franjas horarias en las que los rayos son más intensos. Un protector solar ayuda, pero no hace milagros, y de todos los excesos que hagamos la piel nos acabará pasando factura porque es un órgano con memoria.

En el envejecimiento también influye el factor genético: la piel gruesa y grasa es más resistente que la fina y seca. La piel oscura también resiste mejor el paso del tiempo que la piel clara. A ello la ayuda que una persona de piel oscura no busca broncearse, y si lo hace está protegida de forma natural por la melanina de su piel.

Otro factor que contribuye a conservar la juventud facial son los rasgos ovalados y suaves, que hacen que la piel se arrugue menos. Los labios carnosos también aportan un aspecto más joven que los labio finos, aunque con los años y la pérdida de colágeno y ácido hialurónico todos los labios pierden volumen, incluso lo más gruesos.

 

Las rutinas de belleza que nos ayudan

Los cambios hormonales que empiezan a tener lugar a partir de los 40 años, sobre todo en las mujeres, también favorecen la aparición de manchas y arrugas. En estas etapas de la vida el cuidado de la piel cobra especial importancia, empezando por una dieta equilibrada rica en vitaminas C y E, que frenan el envejecimiento.

También hay que desmaquillarse en profundidad cada día, ya que se ha demostrado que las pieles no desmaquilladas envejecen mucho más rápido.

La exfolicación y la hidratación son igualmente importantes, pero todo en su justa medida: exfoliarse en exceso puede provocar irritaciones, y una crema hidratante inadecuada puede provocar piel grasa e impurezas.

Una de la rutinas de belleza diarias más importantes es proteger la piel del sol, principal causante del envejecimiento. Hay que escoger un factor de protección adecuado para nuestro tipo de piel, aplicarlo de 30 a 40 minutos antes de exponernos al sol, y renovarlo posteriormente. Llevar un sombrerito o una gorra en el bolso durante los meses de más intensidad solar es un buen recurso si hemos olvidado la crema de protección solar en casa.

Beber agua suficiente, dormir los suficiente, evitar o moderar el alcohol y practicar 30 minutos diarios de actividad física (caminar rápido también sirve), ayudará a retrasar el envejecimiento.

Y por supuesto las emociones también influyen en mantener la juventud de la piel,  así es que hemos de evitar el estrés en la medida de lo posible y no olvidar procurarnos momentos de bienestar y felicidad.